Se trata de un gran vino, muy equilibrado y sugerente, de un intenso color rojo picota con suaves notas violáceas, que marca su crianza de 21 meses en roble francés con brillantes ribetes teja y ámbar.
Nariz de gran sutileza con aromas a frutas maduras muy bien conjuntadas con la crianza en madera, que nos lleva a aromas especiales (vainilla, canela) hasta el estimulante aroma de café o tostados.
Muy carnoso en boca, de final prolongado y acidez equilibrada. Armoniosos los taninos maduros y suaves que llenan el paladar de sensaciones agradables.
Temperatura de consumo entre 16-18ºC
Bodega;
Carmelo Rodero pertenece a la cuarta generación de una arraigada familia de viticultores de la zona. Ya desde su más temprana juventud, se empapó de la sabiduría y el buen hacer de sus abuelos, ayudando en la elaboración del vino en los clásicos y antiguos lagares. Cabe destacar la juventud con la que comenzó a plantar sus primeros viñedos. Él sabía que la base de un gran vino pasa por unas buenas uvas, y convencido de la calidad de sus “perlas negras”, lo vio claro y junto a su esposa Elena apostó por el futuro elaborando sus propios vinos.
Carmelo Rodero conoce a la perfección cada centímetro de sus 140 hectáreas. Estas se encuentran repartidas en diferentes pagos, aprovechando así distintos suelos con el fin de obtener la máxima diversidad en sus uvas, que se traduce en complejidad en los vinos. La edad media del viñedo se sitúa en más de 30 años, conjugando viñedo más joven con otros que tienen en su haber cerca de 100 vendimias.
Esta zona de la Ribera se caracteriza por su específica climatología, donde se relacionan periodos con leve influencia atlántica y continental, veranos secos e inviernos largos y rigurosos con acusadas oscilaciones térmicas.